lunes, noviembre 18, 2013

MEMORIA El primer cruce de los andes en avión

Desde los primeros tiempos de la aviación, el hombre luchó en forma permanente por vencer los obstáculos naturales, convirtiéndose el avión en la llave mágica que separaría las barreras que impedían la comunicación entre países y continentes.

El 25 de marzo de 1913, el aviador chileno Clodomiro Figueroa Ponce, en su avión “Caupolicán” de 50 HP realiza un vuelo Batuco – Valparaíso – Santiago, y a fines del mismo año, será también este aviador quien inicie la arriesgada empresa de intentar el cruce de Los Andes. En tres intentos fallidos, Figueroa logra solo llegar a 3.200 metros de altura, rasguñando los contrafuertes cordilleranos.

En 1914, el piloto argentino Jorge Newbery trató de seguir la ruta histórica del libertador San Martín. Su prematura muerte en las cercanías de Mendoza le impidió cristalizar este sueño.

Newbery fue el ideólogo del llamado “Cruce de los Andes en un objeto más pesado que el aire”. Para ello efectuó una serie de estudios, fue dos veces a Chile, se elevo en globo en las cercanías de Colina, pero lamentablemente sus esfuerzos no prosperaron.

Con el inicio de la Primera Guerra Mundial, los cielos del viejo mundo se cubrieron de aviones. Entretanto, en Sudamérica la aviación se estancaba. Las grandes potencias no enviaban repuestos para el parque aéreo existente en esta parte del globo, sus fábricas producían solo para sus necesidades bélicas.

En la segunda década del siglo, en Sudamérica se desarrollaba una aviación para la paz, que pugnaba por descubrir nuevos horizontes, perfeccionando a sus hombres en la aviación civil y militar. En este ambiente, el 18 de septiembre de 1917, en la Escuela Militar de Aviación de El Palomar recibió sus alas de piloto el Teniente Luis Cenobio Candelaria.

Candelaria, con muy pocas horas de vuelo quiere conquistar el mundo con el avión, y en ese momento, su mundo estaba ubicado hacia el oeste, donde la gran cordillera de los Andes, maciza e imponente permanecía inalcanzable para los aviadores.

Como se ha mencionado, las altas cumbres frente a Mendoza eran, en esos años, el punto fijado por Newbury para vencer la cordillera, por lo cual Candelaria realizó intentos para participar con su avión en las celebraciones que realizaría esa ciudad para conmemorar el Centenario de la batalla de Maipú, y done naturalmente intentaría el cruce de los Andes.

A pesar de una rotunda negativa para efectuar el cruce, se le facilitó un Morane Sauinier Parasol de 80 HP, donado en 1915 por las damas mendocinas a la Escuela Militar de Aviación, autorizándole para “entrenarse y conocer la región sur”.

Es así como en abril de 1918 Candelaria llegó a Zapala. Ya cree estar en la ruta correcta. Ubicado frente a la montaña concuerda con su mecánico Miguel Soriano sobre la factibilidad de unir Zapala – Temuco por vía aérea.

Los días 8 y 10 de abril, Candelaria efectuó dos tentativas fallidas. El viento y la nieve impiden el avance del avión, obligándole a regresar a su base.

En horas de la tarde del 13 de abril de 1918, el pequeño Parasol despega finalmente rumbo a un destino incierto. Hacia el vecino pero desconocido país.

El Parasol toma altura, el suave ronroneo de su motor comienza a inquietar la montaña, cuya selva espesa jamás ha visto rendir sus picachos a un ave tan extraña. Solo cóndores y águilas majestuosas son sus cotidianos invasores.

El Morane se empina por las cumbres y asoma tímidamente su hélice por las alturas de Lonquimay. Sobrevolando cordones montañosos y bosques impenetrables, Candelaria presiente que el viaje se acerca a su término. Sobrevuela la laguna Galletue y comienza a descender sobrevolando hacia el sur los contrafuertes cordilleranos del sector chileno.

A lo lejos divisa un pequeño poblado y prepara su Morane para aterrizar sobre un terreno que piensa será el adecuado. Pero, la improvisada pista le juega una mala pasada y una cerca le provoca un brusco cabotaje.

Candelaria salió por sus propios medios de los fierros retorcidos del Morane con el corazón henchido de emoción y una alegría que inundaba todo su ser.

Los Andes habían rendido por fin su supremacía al avión y si bien el vuelo no se realizó por las altas cumbres, se había dado el primer gran paso para vencerlas.

El año 1998, con motivo de la celebración de los 80 años del cruce de los Andes, efectuado por Cenobio Candelaria, se realizo una ceremonia en la plaza de Cunco. En esa oportunidad el Instituto de Investigaciones Histórico – Aeronáuticas de Chile, colocó una placa en la que se recuerdan las palabras del aviador Candelaria:

“Hago votos por que los bravos y decididos pilotos de éste y del otro lado de los Andes quieran aceptar la ardua y honrosa tarea de establecer, por sobre la cordillera, una corriente segura de intereses y afectos para bien de las dos patrias y modelo de fraternidad para todo el universo”

(*) Asociación Boliviana Para la Aviación, con Información extractada de Identidad y Futuro del 21 de abril de 1912.



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