viernes, diciembre 30, 2016

Aviones pasan pruebas extremas para la seguridad de los pasajeros

Cada avión que surca los cielos recibe el impacto de un rayo al menos una vez al año, en promedio. ¿Cómo logran los fabricantes que sus aeronaves no sufran los efectos de este fenómeno climático y otros peligros comunes?

Un reportaje de BBCMundo destaca que los aviones han avanzado mucho desde que los primeros exploradores se lanzaron a los cielos equipados con sus chaquetas de cuero, sus gorras y sus gruesas gafas de protección. En ese entonces, hacía falta una buena cuota de fe -y buena fortuna- para subirse a sus máquinas voladoras.

Cien años más tarde, los pilotos llevan el mando de aparatos altamente sofisticados construidos a partir de materiales especiales, como la fibra de carbón, y capaces de operar en buena medida gracias a computadoras. Los días de volar "sobre un ala y una oración" han quedado atrás.

En la actualidad, todas las aeronaves son sometidas a pruebas complejas y rigurosas. Y tienen luz verde para volar únicamente después de haber pasado una larga lista de pruebas: desde aves que se lanzan contra los motores hasta simulaciones de impacto sobre la cabina o el doblado de las alas a ángulos extremos para estudiar su resistencia.

Muchos pasajeros han experimentado un viaje turbulento en avión, pero que no son nada en comparación con las pruebas durísimas a las que son sometidas las aeronaves antes de iniciar sus operaciones.

Muchos de los modelos de transporte de pasajeros, por ejemplo, pueden doblar sus alas casi 90 grados en los bancos de pruebas.

Para ver cómo se comportan las alas y el fuselaje cuando la nave lleva tanto carga normal como excepcional a lo largo de su vida útil, los fabricantes realizan las "pruebas estáticas".

La prueba final consiste en que las alas se rompan, de manera de encontrar el punto máximo de peso que soportan antes del quiebre y asegurar que ese punto se encuentra mucho más allá del nivel de carga normal previsto.



AMENAZA DE LAS AVES

Si un avión choca con una bandada de gansos, no solo será un encuentro sangriento para las aves: también representa un peligro muy importante para aquellos que van dentro de la aeronave. Hasta los pájaros más pequeños pueden causar una explosión o una parálisis en un motor.

Para asegurarse de que los motores continuarán funcionando en caso de un impacto con animales, los fabricantes prueban justamente eso: lanzan aves muertas hacia los motores de prueba en tierra utilizando un llamado "disparador de pájaros", un cañón de aire comprimido de gran diámetro.

Las fábricas también hacen simulaciones de impacto de aves contra la cabina, utilizando el arma para propulsar aves hacia el parabrisas y confirmar que las ventanillas no se romperán o que la trayectoria de vuelo del avión no se verá afectada.

Y el agua puede ser otro problema. Para probar qué ocurre cuando grandes cantidades de líquido entran al motor -en el caso de una lluvia intensa-, los aviones se desplazan por un canal de agua especialmente diseñado.



CALOR Y FRÍO

Para verificar que los motores, sistemas y materiales funcionarán correctamente a distintas temperaturas, los fabricantes lanzan su "campaña frío y caliente" para evaluar a la aeronave en condiciones de calor y frío extremos.

Para comprobar que el último Airbus A350 XWB es capaz de soportar temperaturas bajo cero, los ingenieros lo trasladaron a Iqaluit, la capital del territorio de Nunavut, en el Ártico canadiense.

Allí permaneció una semana y, entre las pruebas realizadas, se contó la operación del avión en tierra y en aire a temperaturas por debajo de los 28 grados centígrados, así como la realización de pruebas de inversión de empuje con nieve, que es básicamente lo que ocurriría en una frenada sorpresiva durante un despegue abortado.

Las pruebas también incluyeron apagados y encendidos luego de un período largo a baja temperatura, dice Dubon.

Las aeronaves también pasan alrededor de una semana en pruebas similares en aeropuertos a gran altura, como los de Cochabamba y La Paz (Bolivia).

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