Sol de Pando
El año 2014, el capitán Quiroga, ya en la vida civil, participó en la creación de la aerolínea boliviana EcoJet, constituyéndose en socio accionista con una inversión realizada en base a sus ahorros personales y la indeminización que recibió tras su salida de la FAB. El Gobierno, es decir el Ministro de la Presidencia, atacó de nuevo a Quiroga obstaculizando los trámites de EcoJet ante la DGAC.
El destino hizo que los trámites de EcoJet coincidieran con los de la aerolínea venezolana Lamia, propiedad de la familia Albacete, tal como se desprende de las declaraciones efectuadas a la agencia ABI, el 14 de noviembre de ese año, por el entonces Director General de Aeronáutica Civil, Luis Coimbra Busch, quien, recordemos, había anunciado oficialmente que “si se aprueban los trámites, las dos nuevas aerolíneas sólo operarán como taxis aéreos a pequeña escala y no en el transporte comercial masivo de pasajeros”.
Y entonces apareció otra vez el largo brazo de Quintana, como reportamos en nuestro informe publicado el pasado 7 de diciembre:
“Albacete le reclamó a Quintana por esa restricción que anunció Luis Coimbra y el Ministro de la Presidencia presionó a plan de telefonazos (es su estilo) logrando la renuncia del honesto servidor público, a quien el Ministro le exigia además acelerar la aprobación para la venezolana Lamia y postergar indefinidamente la solicitud de la boliviana EcoJet, la cual según Quintana era una empresa ‘formada por derechistas y pro-imperialistas’ (en ese momento uno de los principales accionistas de EcoJet era el capitán Miguel Quiroga Murakami, yerno del senador Roger Pinto, exilado en el Brasil desde el 2013)”.
De ese modo, Quintana le obligó a Quiroga abandonar su proyecto en EcoJet, forzándole al yerno de su encarnizado enemigo, Roger Pinto, trabajar para él como piloto líder de la venezolana Lamia, una vez que la compañía de Albacete había obtenido en nuestro país licencia para realizar vuelos internacionales, gracias a las presiones de Quintana sobre la DGAC. Quien convenció a Quiroga Muracami sumarse a Lamia, al fracasar su inversión en Ecojet, fue su amigo coronel Marco Antonio Rocha Venegas, el segundo “socio” boliviano de Lamia, también ex piloto militar de la FAB y muy vinculado a Quintana junto al general Gustavo Vargas Gamboa, familiar de Rocha y gerente de la contraparte boliviana en Lamia. La trampa estaba tendida. Metido a la fuerza en Lamia, Miguel Quiroga estaba condenado a subvencionar con su trabajo de piloto líder y con su sacrificio económico, la estrategia diseñada por el Ministro de la Presidencia de Bolivia para salvarle de la quiebra al venezolano Ricardo Albacete, estafador y testaferro de un narcotraficante chino encarcelado.
Es así cómo se puso marcha el consabido método extorsivo de Quintana, que podría resumirse de este modo: “Si te sumas a mí y haces lo que te ordeno, te harás rico y tendrás muchos privilegios, tendrás buen vivir; pero si te opones y te me desmarcas, perecerás y tu família sufrirá; haré caer sobre tí todo mi escarnio”. Cada vez que sus enemigos políticos se doblegan y terminan trabajando para él, Quintana —patético y patológico— se cree un Mariscal.
Pero Miguel Quiroga no se dejaría poner sumisamente los dogales de la exacción, resistió hasta el final, hasta que le robaron minutos preciosos en su último vuelo llevando al Chapecoense, causando su muerte y la de 7o inocentes deportistas brasileños. Quintana y su pandilla siguen matándolo, ahora civilmente, difamando y calumniando cobardemente al santo difunto.
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