La piloto de aviones de combate F-16, Heather "Lucky" Penney no tenía tiempo para dudar o sentir temor. Un avión comercial secuestrado se dirigía a Washington, D.C., y ella tenía la orden de detenerlo. "Esencialmente sería una piloto kamikaze", dijo al diario The Washington Post, medio que publicó su historia en el marco de la conmemoración del aniversario a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. "Teníamos que proteger el espacio aéreo de cualquier forma que pudiéramos", agregó.
Luego que dos aviones comerciales fueran secuestrados y posteriormente estrellados contra el World Trade Center en Nueva York, terroristas habían precipitado otra aeronave contra el Pentágono y se temía que un cuarto avión -el vuelo United 93- fuera conducido contra el Congreso o la Casa Blanca. En este contexto, Penney y su superior, el coronel Marc Sasseville, recibieron la orden de salir desde la base Andrews, cerca de Washington, y evitar que eso ocurriera, pero no contaban con misiles ni municiones en los aviones, algo considerado como normal en esa base. Sasseville decidió entonces que usarían sus propios aviones para derribar al vuelo United 93, por lo que él chocaría contra la cabina del avión mientras que ella se impactaría contra la cola. "Era un pacto", dijo Penney.
De acuerdo con su relato, la teniente subió rápidamente a encender los motores y antes de partir le pidió a Dios que no la abandonara. Fue así como se dirigieron hacia el Pentágono, volaron a baja altura, explorando el horizonte. Su comandante tuvo incluso tiempo para pensar el mejor lugar para atacar al enemigo. "No entrenamos para derribar vuelos comerciales", dijo Sasseville. "Si le das a un motor, aún volará y lo puedes guiar hacia el objetivo. Mi pensamiento fue atacar el ala o la cabina del piloto", agregó. También se preocupó sobre un posible, aunque complicado, salto desde el avión justo antes del impacto. Por su parte, Penny se preocupaba de fallar el blanco. "Si eres expulsada y tu jet se eleva sin impactar, eso era más terrible que morir".
Lo que la piloto no podía saber era si su padre estaba o no a cargo del avión United, debido a que él trabajaba para la aerolínea conduciendo vuelos comerciales en la misma área.
"Esto puede sonar como si una no tuviera sentimientos. Quiero decir, bien podría haber sido mi padre el piloto allí", dijo Penney desde Nevada, donde ahora ella y su padre compiten en carreras aéreas. "Pero, francamente, no había forma de que yo supiera si él estaba ahí, y tampoco hubiera cambiado en absoluto lo que yo debía hacer", añadió.
Respecto a la posibilidad de estrellarse contra el avión que podía pilotar su padre, Penney señaló a The Washington Post que esa mañana no había podido contactarse con su familia, por lo que no sabía si su padre estaba trabajando y tampoco conocía la identidad del avión capturado por los terroristas. "Después sí hablamos sobre la posibilidad de que yo hubiera estado en ese avión", dijo al diario el coronel John Penney. "Ella sabía que yo tomaba turnos en esas rutas. Pero no ha habido drama en torno a eso, nunca hemos tenido un choque emocional". "Heather es una piloto de combate, yo soy piloto de combate", añadió el padre. Como finalmente, el vuelo 93 cayó en Pennsylvania, la piloto no tuvo que realizar la operación.
Entonces, su misión pronto se transformó en ayudar en la defensa del espacio aéreo de Washington y escoltar al Air Force One, con el entonces Presidente de Estados Unidos George W. Bush a bordo, para que llegara a la Base Andrews de la Fuerza Aérea. "Fue una misión importante llevar al Presidente a casa, pero antes de que el día comenzara se sentía un ambiente bastante extraño", dijo.
Penney, en ese entonces teniente del 121 escuadrón de combate de la Guardia Nacional Aérea, era la única mujer piloto en ser asignada para proteger ese espacio aéreo.
"Era tan surrealista, porque el espacio aéreo estaba muy tranquilo", recordó. "En realidad ese día no sentía muchas emociones ni tenía el tiempo para reflexionar, porque estaba enfocada en hacer el trabajo", dijo.
Penney, de 37 años y originaria de Annapolis, Maryland, formaba parte de la primera generación que aprovechó la oportunidad cuando las fuerzas militares ofrecieron a las mujeres entrenamiento para vuelos de combate. Actualmente, trabaja para la contratista de defensa Lockheed Martin como encargada del programa de los aviones F-35, pilota un C-38 como miembro tradicional de la Guardia Nacional Aérea, estudia un segundo posgrado y se prepara para participar en el Campeonato Nacional de Carreras Aéreas la próxima semana en Reno, Nevada.
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