Chiquitito, pero matón. Estrecho, pero muy apañado. Recortadito, pero estilizado. A simple vista, un avión de juguete. A bordo, la aeronave regional más larga del mundo. Se llama CRJ-1000, mide apenas 40 metros -39,13 metros, para ser más exactos- y lo ha fabricado la canadiense Bombardier. Se trata del nuevo jet regional que ha empezado a surcar el cielo europeo.
El punto de partida, el aeropuerto de Madrid-Barajas. Asiento, 11A. Puerta de embarque, K98, en la terminal 4. Aerolínea que opera el vuelo, Air Nostrum –única compañía, junto con Britair, que ya tiene CRJ-1000 en su flota-. El destino, Roma, aeropuerto de Fiumicino. El avión acaba de aterrizar procedente de Valencia y el pasaje se dispone a embarcar.
Desde la sala del aeropuerto es imposible divisar el avión. No hay �finger� (pasarela) para acceder a él. Tampoco espera un autobús al final del pasillo. Grata sorpresa, en su lugar aguarda una aeronave que se asemeja más a un jet privado que a un avión comercial. "Salvo por la cocina, que es un poco estrecha, es el avión más cómodo para trabajar", dice Melisa, una de las tres tripulantes de cabina que atiende al pasaje.
Y es que en el CRJ-1000 casi todo es estrecho, al menos para las personas que trabajan en él –dos tripulantes y dos pilotos-. La cocina es un pequeño habitáculo muy comedido y bien administrado. Apenas dos escasos metros de ancho y ni uno de largo. La cabina de los pilotos es como un coche de Fórmula 1: sólo cabe el que lo conduce. "Después de dos horas aquí sentado, sólo me apetece estirar las piernas", confiesa Iñaki, el comandante de Air Nostrum que opera el vuelo.
Los cuartos de baño son dos (morro y cola), pero difíciles de lidiar, sobre todo para el sexo masculino. La altura de la cabina del pasaje apenas alcanza 1,89 metros. No obstante, el aprovechamiento del espacio permite llevar a bordo hasta 100 personas, superando así a los anteriores aviones de la familia CRJ, que han pasado de las 50, 70 y 90 plazas a las 100 en tan sólo 20 años.
Aunque estrecho, los asientos de este avión no son como todos los demás. El aliento del pasajero de delante pasa desapercibido. Es más, las piernas pueden estirarse más allá de lo habitual. Y lo que es mejor, hay espacio para no sentirse en una prisión. "Este avión es más confortable que cualquier Boeing o Airbus de la clase turista", reconoce uno de los pasajeros, fiel a volar con aeronaves Airbus.
Va a despegar. Los dos motores, pegados a la cola, cual MD (Mc Donnell Douglas), apenas se sienten en la cabina. Ya vuela, y ni se ha notado. En pocos minutos alcanza los 36.000 pies (11.000 metros). Los tanques de combustible van cargados con 5.400 kilos de queroseno. "Todos los aviones se pilotan igual, el sistema es el mismo, pero en este caso se nota que la aeronave es más moderna, tiene menos botones y consume poco", cuenta el comandante.
La cabina de los pilotos no es como la de cualquier avión. Hay dispositivos y alguna que otra luz, pero nada que ver con los compartimentos de un Boeing o un Airbus, repleto de palancas, botones y luces. Ni en el techo hay salpicadero. Cosa insólita en aviones comerciales de otros fabricantes. En su lugar, una trampilla para usar en caso de emergencia.
Es la hora de aterrizar. Los controladores de Fiumicino permiten al vuelo de Air Nostrum atajar y llegar 10 minutos antes de la hora prevista. Las azafatas aún están recogiendo las bandejas de menú que sirvieron al pasaje de la clase �business�. El comandante urge a la tripulación preparar la cabina para el aterrizaje. Las ruedas del tren salen de su escondite para tocar el asfalto de la pista. Un, dos, tres... ruedan por el cemento. El avión sólo consumió 3.600 kilos de combustible.
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