Hace 86 años la ciudad se conmocionó con la llegada del primer avión. Alcanzaba los 200 kilómetros por hora y podía llevar cuatro pasajeros. Fue comprado por la comunidad alemana. Transportaba pasajeros y correspondencia
Texto: Javier Méndez Vedia Fotos: Archivo de Mark Christie
El primer poema que publicó Heberto Añez no está dedicado a una mujer, sino a un avión llamado El Oriente. “No me asusta ya el ruido de tus máquinas rugientes”, escribió el 1 de septiembre de 1925. Ese día, un Junkers aterrizó en Santa Cruz de la Sierra y acabó para siempre con la prolongada siesta que vivía el entonces remoto y aislado oriente boliviano. Fue el primer avión que se posó en la llanura grigotana.
Tan aislada estaba la región que para llegar a Cochabamba, uno de los principales mercados de sus productos, se tardaba entre 10 y 15 días. Solo había caminos de herradura, recorridos por pacientes caravanas de carretones llenos de charque, empanizao y azúcar.
Todo se movía despacio en Santa Cruz. A nadie le importaba, como escribió René Moreno, un guapomó o una pitajaya lo que en el mundo acontecía. Las noticias del periódico tardaban más de una semana en llegar. A principios de septiembre de 1925, los diarios locales contaban lo que había ocurrido a mediados de agosto en La Paz. La palabra más mencionada por los periodistas era ‘raid’. Era el término de moda para designar una excursión, una correría o una aventura arriesgada. En este caso, la aventura era el vuelo desde Buenos Aires hasta La Paz. El piloto Juan José Etcheverry era poco conocido en Buenos Aires cuando subió a un Junkers el día 9. El 14, cuando llegó a La Paz, ya era un personaje de efímera fama.
Lo mismo pasó con el hombre que piloteó El Oriente, otro Junkers de 1.200 kilos de peso que partió desde Cochabamba el 1 de septiembre. Se llamaba Willy Neuehofen y cuando llegó, todo el mundo sabía que tenía 28 años, pero nadie podía pronunciar el nombre de la escuela de aviación berlinesa a la que asistió: Yohannisthal.
“Un ruso le enseñó a volar”, se comentaba. La admiración crecía cuando los curiosos se enteraban de que había combatido en el frente francés. Lejos estaban los cruceños de sospechar que, en menos de diez años, sufrirían la Guerra del Chaco.
Así describió un cronista el momento que vivió ese día la población cruceña: “La ciudad, incrédula, dormía sobre el blando lecho de su pesimismo, cuando la sorprendió un alegre sonido de campanas que le anuncian la alegre novedad del vuelo. A las 7:00 el avión Oriente salió de Cochabamba, trayendo un canasto de frescas amapolas recogidas esa mañana de su jardín florido”. Amapolas frescas. Toda una novedad. Una inmensa muchedumbre comenzó a dirigirse hasta El Trompillo.
“Un sordo sonido nos llega de los aires; en el día más grande de Santa Cruz, nos trae el mensaje de la civilización y el cálido abrazo de nuestra predilecta Cochabamba”. El avión fue comprado para conmemorar el primer siglo de la existencia de Bolivia. Quizá eso explica el exaltado nacionalismo del periodista que se refirió a Cochabamba, punto de partida de la nave, como una ciudad “cuyo destino se halla ligado al nuestro por leyes superiores e indestructibles, ayer como hoy, hoy como mañana”. Emocionado, el periodista continúa narrando: “El ave mecánica nos domina majestuosa desde una altura de 400 metros. Avanza desde el sud (sic), hace un viraje hacia el este y termina su vuelta por la ciudad dejando impresos en el corazón de todos los cruceños la alegría suprema”.
Antes de aterrizar, los pasajeros lanzaron volantes. Era otro saludo, entre excitado y coqueto: “Heroico y legendario pueblo de Warnes, vuestra hermana Cochabamba os saluda. El avión Oriente que ha surcado vuestro cielo virgen es el portador de su cariño hacia vosotros y del vínculo que ha de unirla intensamente a través de la distancia. Salud también hermosas orientales, que lleváis en vuestro rostro y vuestros ojos toda la donosura de la madre España. Salud”.
Después de esto, siguió el regocijo. Las tres avenidas que conducían hasta El Trompillo estaban abarrotadas. Las jóvenes lanzaban flores al avión y Neuehofen fue llevado en hombros hasta la plaza, que está a dos kilómetros. Ahí, las bandas de música popular entonaban himnos y de los balcones llovían las flores. Solo faltaban la champaña y el discurso oficial.
LAS NALGAS COMO GARANTÍA
Nada se sabe hoy de El Oriente. Quizá se estrelló, quizá cayó en alguna misión durante la Guerra del Chaco. Se conoce algo del hombre que hizo el mantenimiento a la nave durante un tiempo. Se llamaba Kurt Wörner Pfund (1903-1952) y era montador de aviones. Trabajaba en Cochabamba, donde armó algunos Junkers. A fines de los años 20 estuvo varias veces en Santa Cruz. Su nieto, Mark Christie Wörner, cuenta que hacía su trabajo en condiciones precarias: “A veces tenía que armar los aparatos sobre varios turriles”.
En una ocasión llegó para desarmar un avión que tuvo una emergencia y quedó suspendido entre los árboles. La nave fue desarmada y luego de armarla siguió volando. Pero lo que más recuerda Mark de su abuelo es una frase que solía pronunciar al terminar de armar un avión: “Con mis nalgas garantizo mi trabajo”. Eso significaba que él mismo hacía el vuelo de prueba. Si se equivocaba en algo, sería el primero en enterarse. Wörner fue voluntario en la Guerra del Chaco (1932-1935). Llevaba víveres y medicamentos hasta el frente. En 1941, como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, Bolivia expulsó a todos los alemanes de su territorio. Wörner se fue a Buenos Aires y no regresó jamás.
El armador era una persona clave en la industria aeronáutica alemana. Después de la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Versalles prohibía a Alemania la fabricación de aviones de más de 185 caballos de fuerza. El Junkers que llegó a Santa Cruz tenía 220 caballos y fue, probablemente, armado en Buenos Aires. Los fabricantes eludían la prohibición armando sus naves fuera de Alemania.
Mark Christie quiere reconstruir, en un libro, esta parte desconocida de la vida de su abuelo. Así fue encontrando detalles ignorados del primer vuelo que aterrizó en Santa Cruz. Se sorprendió al saber que la ruta fue planificada cuidadosamente. Se habilitaron pistas de 300 metros en Cliza, Mizque, Aiquile, Vallegrande, Mataral, Mairana y Jorochito. Cada una de ellas tenía gasolina suficiente para llenar el tanque de 400 litros de la nave.
Meses después de ese vuelo inaugural, creció el número de viajeros. No pasó mucho tiempo hasta que, ese mismo año, naciera el Lloyd Aéreo Boliviano, la aerolínea más antigua de Sudamérica.
El cronista de ese 1 de septiembre escribió: “Qué presagios nos traerá este formidable exponente del progreso humano”. Quizá la respuesta está en Viru Viru, convertido hoy en el aeropuerto más activo de Bolivia.
EL ORIENTE
- Pesaba 1.200 kilos y tenía un solo motor de 225 caballos de fuerza.
- Alcanzaba los 200 kilómetros por hora.
- Llevaba cuatro pasajeros y 700 kilos de peso.
- Su tanque de 400 litros le permitía volar durante seis horas.
- Fue comprado por la comunidad alemana de La Paz, Potosí y Santa Cruz.
- Los Junkers fueron utilizados en la campaña del Chaco. Transportaban víveres, armas y socorrían a los heridos. Uno de ellos fue el famoso avión Juan del Valle.
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