“Cada repuesto tiene su certificado de fábrica y su control de Aduana. Para instalarlo, cada herramienta se debe calibrar por una empresa certificada. Así se trabaja bajo norma”, explicó Marco Saucedo, dueño de AeroCentro, tienda de repuestos certificados para avión ubicada en el aeropuerto El Trompillo. En esta tienda un juego de 12 bujías para una avioneta Cessna 206 cuesta $us 510.
EL DEBER constató que a 20 cuadras de allí, sobre la esquina sur del terreno del mismo aeropuerto, en un taller sin autorización se consigue el mismo juego por $us 420, sin factura y sin los papeles de fábrica. En solo un juego de bujías hay $us 90 de diferencia y la brecha aumenta conforme crezca el precio de la pieza.
En El Trompillo conviven estas dos realidades en el mantenimiento, la reparación y la mecánica de las aeronaves. Por un lado, hay tres talleres mecánicos certificados por la Dirección General de Aeronáutica Civil. En estos, solo para cambiar un engranaje, el procedimiento se debe reportar y registrar ante la DGAC, el repuesto es original de fábrica y el documento será adjuntado a la bitácora, y si hay que remover una pieza, esta debe ser etiquetada y firmada por el mecánico que la retiró y quien lo supervisó.
Por otro está el “Alto San Pedro del aire”: talleres en los que “todo se arregla, no se haga problema, evitemos el papeleo”. Talleres que parecen de auto y que, muy fuera de toda norma y regulación, hacen trabajos en las haciendas a pedido de privados y sin llevar registro. Estos talleres están en la zona de El Trompillo y quinto anillo, donde hay, al menos, tres funcionando entre las escuelas de aviación.
A estos talleres la Dirección General de Aeronáutica Civil no se acerca porque “no es su función ver dónde las personas llevan sus avionetas; nosotros solo controlamos los talleres que autorizamos”, afirmó Tatiana Lara, encargada de Comunicación, que también reconoce que entre las tareas de la DGAC están la de clausurar talleres fuera de norma. Ni el director regional de Santa Cruz, Benjamín Bermúdez Prada, ni el director nacional, Luis Coímbra Busch, quisieron responder preguntas.
El ahogo de los que cumplen
“Es competencia desleal; la DGAC debería actuar de oficio contra los talleres fuera de norma”, expresó José Luis Rocha, propietario del taller Severito, uno de los certificados. “Los dueños de aeronaves solo me buscan para hacer el chequeo anual que exige la DGAC, con eso obtienen el permiso de vuelo pero luego, por el precio, van y hacen el mantenimiento y consiguen piezas en los talleres truchos”, reclamó. “Esos talleres deberían ser auditados por la Fuerza de Lucha Especial Contra el Narcotráfico”, afirmó un mecánico. “La gente está mal acostumbrada a buscar lo más barato, pero en este negocio muchos se juegan la vida”, enfatiza Rocha
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