El Gobierno de Bolivia y la aerolínea nacional Lamia cerraron ayer filas para defender que la aeronave que se estrelló en Colombia causando 71 muertes, y la tripulación que estaba a cargo cumplían con las normas de seguridad para el viaje.
El accidente terminó con la vida de casi todos los jugadores de la plantilla del equipo brasileño Chapecoense, que viajaba a Colombia para jugar la primera final de la Copa Sudamericana ante el Atlético Nacional, con la de varios dirigentes, periodistas brasileños y con la de siete de los nueve tripulantes bolivianos.
El avión partió desde el aeropuerto de Viru Viru en la ciudad de Santa Cruz con destino a la ciudad colombiana de Medellín, cerca de donde se estrelló.
El equipo llegó a la capital cruceña desde Sao Paulo en un vuelo de la aerolínea estatal Boliviana de Aviación (BoA), según confirmó esta compañía en un comunicado donde expresa sus condolencias.
El director general de la Aeronáutica Civil (DGAC) de Bolivia, César Varela, que depende del Ministerio de Obras Públicas y Servicios, subrayó ayer que la nave despegó la noche del lunes de la terminal cruceña “en perfectas condiciones”. El piloto de la aeronave Miguel Quiroga, un exmiembro de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB), era uno de los socios de la empresa, que trabajó en Venezuela antes de fundar la compañía en Bolivia. En medio de la tragedia, dos tripulantes bolivianos sobrevivieron al accidente, la auxiliar de vuelo Ximena Suárez y el técnico de la aeronave Erwin Tumiri, quien se salvó por la posición fetal en que se puso una vez ocurrido el accidente. Una de las fallecidas es la auxiliar de vuelo Sisy Arias, hija y hermana de dos reconocidos periodistas bolivianos, Jorge y Junior, respectivamente, que ayer partieron hacia Medellín para hacer los trámites de la repatriación.
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