Son muchos recuerdos en los que quedan marcados tantas emociones, encuentros y desencuentros, ilusiones que han podido concretarse y esperas a veces inútiles. Cuarenta años, desde 1976 hasta 2016 acogiendo diariamente alrededor de 2.500 personas (en el último tiempo) entre viajeros, acompañantes, personal de servicios y negocios, a veces testigos mudos de los pasos casi siempre ansiosos tanto de quienes viajaban como de quienes despedían o recibían familiares, amigos, conocidos y hasta extraños.
No fue uno de los más altos y mucho menos de los más bajos. Situado a una altura de 2.904 metros sobre el nivel del mar (msnm), queda en medio del aeropuerto más alto del mundo —el Nagqu Dagring en China, a 4.436 msnm— y el Barra —en Escocia, cuyos horarios de vuelo son definidos por la marea ya que cuando esta es alta no deja ver la pista de aterrizaje, por lo que es considerado uno de los aeropuertos más peligrosos de todos.
Más de una vez, los pasajeros llegados al aeropuerto Juana Azurduy de Padilla arrancaban aplausos nerviosos por las maniobras acertadas de los pilotos expertos debido a la cercanía del cerro ubicado en la zona de Lajastambo, dando siempre la impresión de que el aterrizaje comenzaba en plena pendiente de tierra para recién tocar pista metros más adelante. Y cuando las nubes o la neblina estaban bajas, la maniobra se hacía prohibida, debiendo buscar aeropuertos alternativos, generalmente en la ciudad de Cochabamba, a veces Santa Cruz, o finalmente cancelando los vuelos, con el disgusto y la desesperanza de muchos.
A esto hay que adicionar la longitud de la pista de aterrizaje, de solo 2.835 metros con una pendiente del otro extremo que obligaba a tocar tierra cuanto antes y poner turbinas y frenos a trabajar de inmediato para no preocupar a los pasajeros, quienes sabiendo esto ayudaban de alguna manera imperceptible a frenar los aviones, sobre todo los más grandes.
Imagino la ansiedad de quienes deben llegar al aeropuerto Tenzing-Hillary (Edmund Hillary y Tenzing Norgay fueron los primeros humanos en alcanzar la cima del Everest) en Nepal, con 2.860 msnm y apenas 460 metros de longitud flanqueado por una montaña y un precipicio de 600 metros, aunque es utilizado principalmente por aquellos que se aventuran a escalar el Everest, o el aeropuerto Juancho E. Yrasquin en Saba, el más corto del mundo con solo 396 metros y a una altura de 18 msnm.
De hecho, quienes aterrizan en el aeropuerto Qamdo Bangda, en el Tibet, no tendrían que sentir tanta ansiedad, pues es el más largo del mundo (aeropuerto público) con una longitud de 5.500 metros a una altura de 4.334 msnm (a mayor altura, las condiciones atmosféricas, dadas por el oxígeno y la densidad y la velocidad de aterrizaje, hacen que se requiera mayor longitud de pista para que las naves puedan frenar y realizar las maniobras en condiciones apropiadas).
Muchos relatos, experiencias y anécdotas que contar, quedan en el recuerdo. Ahora se abren espacios nuevos, para otra época de huellas que harán la nueva historia de los aeropuertos en el país y el mundo.
El aeropuerto Juana Azurduy de Padilla de Sucre, capital constitucional de Bolivia, cerró operaciones comerciales el viernes 13 de mayo de 2016, marcando no solo historia, sino emociones únicas que difícilmente serán olvidadas.
¡Hasta siempre y gracias, Juana Azurduy!
No fue uno de los más altos y mucho menos de los más bajos. Situado a una altura de 2.904 metros sobre el nivel del mar (msnm), queda en medio del aeropuerto más alto del mundo —el Nagqu Dagring en China, a 4.436 msnm— y el Barra —en Escocia, cuyos horarios de vuelo son definidos por la marea ya que cuando esta es alta no deja ver la pista de aterrizaje, por lo que es considerado uno de los aeropuertos más peligrosos de todos
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