martes, noviembre 03, 2015

10 bolivianos es el costo estimado de transporte en minibús hasta Alcantarí.


COSTO

10 bolivianos es el costo estimado de transporte en minibús hasta Alcantarí. Algunos taxistas piensan en cobrar hasta Bs 80.
El viaje hasta el nuevo aeropuerto dura unos 40 minutos.

Cuando al encargado de redes sociales del equipo de fútbol Tigres de México se le ocurrió escribir “entre rancherías y casas de adobe se aterriza en Sucre”, jamás pensó que un mensaje así podía golpear de tal manera la sensibilidad de los capitalinos. Seis meses después de aquel episodio que, por cierto, terminó con una disculpa del club mexicano y una victoria a domicilio, parece irónico tener que describir el panorama que, de inicio, muestra el acceso al añorado aeropuerto de Alcantarí en las pampas de Yamparáez, próximo a iniciar operaciones.

La parda y fría pampa en la que está enclavado el nuevo aeropuerto y toda la ruta que ahora lo encadena a Sucre, contrasta diametralmente con la imagen de la conservadora ciudad blanca, de estructura colonial, aires históricos y edificios señoriales. Los 40 minutos que lo separan de la urbe capitalina no pueden ocultar los claroscuros que singularizan la realidad chuquisaqueña. Un área rural deprimida y que avanza a paso cansino, una zona periurbana que crece vertiginosa y libertinamente, y un centro histórico horadado por construcciones fuera de regla y asfixiado de vehículos.

En la ruta, todos hablan del inicio de operaciones del aeropuerto. Todos preguntan y todos responden. A todos sorprendió la noticia de que Alcantarí comenzaría a recibir vuelos desde el 7 de noviembre, pero casi nadie estaba listo.

En la salida de buses a Tarabuco prefieren aferrarse a lo que dijo el gobernador Esteban Urquizu por la radio: que el inicio oficial de operaciones será en enero.

Ante ello, los transportistas han sido los primeros en activar la alarma. En la oficina de la empresa, ubicada en la Parada a Tarabuco y a escasos minutos de que su motorizado complete los asientos para emprender viaje, el secretario de conflictos de la Asociación Villa de La Plata, Wilbur Bozo, se alegra por el retraso en el inicio de operaciones del aeropuerto y explica por qué. Ahora habrá tiempo suficiente para tramitar la licencia del servicio exclusivo Sucre-Alcantarí, una nueva ruta que quiere crear su organización. De hecho ya adelantaron su intención a la Unidad de Transporte de la Gobernación, donde serán recibidos pasado el feriado de Todos Santos.

Hay un centelleo particular en los ojos de Bozo, cuando desnuda el nuevo proyecto empresarial elucubrado. Los 15 años de funcionamiento de esta asociación han permitido su robustecimiento y una logística de transporte bien hilvanada. La mitad de los socios vive en Tarabuco, lo cual les permite empezar cada jornada con salidas en paralelo desde las 6:00. Esa misma táctica pretende aplicarse en la nueva ruta. Servicio exclusivo, higiene, choferes uniformados y puntualidad, es el paquete que promocionarán ante la Gobernación con algo más de dos docenas de minibuses cero kilómetros. Si logran la licencia de operaciones, los minibuses chinos serán comprados de inmediato, dice el dirigente.

Toca a las autoridades públicas resolver algunas otras interrogantes. ¿El costo? Sería de Bs 8 ó 10. ¿Dónde sería la parada? Podría emplazarse en la Plazuela Tréveris. Temas por resolver en lo inmediato, si es que no surgen otras propuestas.

Existen dos organizaciones de minibuses que prestan el servicio Sucre-Yamparáez-Tarabuco: Villa de La Plata y 12 de Marzo.

Actualmente, el servicio hasta Tarabuco (60 kilómetros) cuesta Bs 10; Yamparáez está ubicada casi a la mitad.

EN LA RUTA
El panorama entre Alcantarí y Sucre es variopinto. Tras abandonar la moderna terminal área, la pampa de apariencia desértica se encarga de dar la bienvenida con un gélido abrazo.

Los 40 minutos de viaje revelan una gratificante descripción de la simbiosis económica y cultural del Departamento, nada atípica a la región altiplánica y del sur del país.

Una yunta de bueyes marca el camino de la época de siembra en la comunidad de Quirahuani, al lado izquierdo de los 3.600 metros de la franja de aterrizaje. Las vecinas Alcantarí y Pulqui, que también circundan a la pista, también se ufanan en los mismos menesteres.
La familia campesina es la protagonista de un ritual ancestral en el que anualmente los mortales se postran ante la Pachamama para que les provea de alimento.

Aquí, la fría puna prodiga sobre todo granos, por eso es que los lugareños han inventado unos singulares silos cuya alba presencia particularizan el aún rudimentario arte.

Los cuatro kilómetros avanzados sobre una mullida plataforma de asfalto se ven abruptamente interrumpidos cuando se pisa la diagonal Jaime Mendoza, la carretera Yamparáez-Sucre. La blanda carretera de doble vía se troca por una desvencijada ruta; aquella que fuera concluida a mediados de los 90 está ahora en agonía.

El menudo ripio se esfuerza por vencerle la partida al débil asfalto. Lo está logrando. Huecos y fragmentos remendados son comunes para el viajero.
A unos 50 metros del cruce aún se observa la corroída línea del tren, ahora en desuso.

Lonqhon y Thaq’os todavía son zonas donde el ladrillo no ha llegado. Predominan las casas de adobe y los tapiales reinan en la campiña grisácea. No faltan las desoladas viviendas de techo derrumbado, pabellones de la migración y la desventura.

La piedra y el barro sostienen una decena de hornos de barro, que se yerguen en la médula comunitaria.
La temible bajada de Lonqhon es, sin duda, el cuello de botella que asfixia el tráfico fluido hacia la pampa yampara. Un atiborrado Nissan Cóndor es la pesadilla de todo conductor apurado. En horas pico, esta zona generará más de un problema.

Wilbur, chofer de minibús, dice que esta zona no es un problema porque los vehículos pesados pueden ser rápidamente rebasados.
El elocuente Cabo de Policía, a cargo del retén de Kjochis, recuerda que la bajada de Lonqhon ha sido testigo de innumerables accidentes, todos ellos trágicos. Su compañero, que supervisa que los vehículos porten implementos de auxilio y cumplan las normas de seguridad, lamenta que en la ruta no haya señalética preventiva. “Faltan banners que digan ‘disminuya la velocidad’”, señala.

Y en efecto, lo que se observa a raudales en la ruta son letreros de recientes campañas electorales. “Vote por Esteban”, abundan en las rocas y taludes; de prevención, nada.

En Kjochis, los lugareños ven a Urquizu a menudo, pero no pueden plantearle algunas necesidades porque no suele bajarse del vehículo, aseguran.
Están conscientes que ésta será la principal vía de acceso a Sucre, por lo que sugieren que se concreten mejoras.

Pero no sólo hay carencia de ‘banners’. Si bien el retén de peaje de Vías Bolivia, en Kjochis, luce una vistosa infraestructura, no sucede lo mismo con el puesto policial de control. Los tres policías asignados esta semana, duermen, viven y trabajan en un “container” insalubre y mal ubicado. Una vez que el conductor ha cancelado el peaje (Bs 4 hasta Yamparáez), debe bajarse de su vehículo y cruzar la carretera hasta el puesto policial para el registro respectivo. Una vetusta peregrinación que sólo generará demoras en horarios de vuelo.

El “container” ni siquiera es perceptible, las ventas de frutas, golosinas, refrescos y hasta "Tres plumas" tienen una mejor visibilidad de la carretera.
El director de la Patrulla Caminera, Wálter Miranda, admite la falta de condiciones en las que trabajan los efectivos policiales y coincide en la necesidad de la construcción de una infraestructura funcional, más aún cuando empiece a operar el aeropuerto.

El moderno coliseo deportivo y una cancha de césped sintético, construidos por el programa Evo Cumple en varias comunidades rurales, también lucen formidables en Kjochis, una zona donde también pululan jaurías de perros que se acuestan a la vera del camino, esperando un mendrugo de pan o soñando con robar una bolsita de charque con mote, de esas que las venteras le encajan a los viajeros.

El diseño de la doble vía a Alcantarí es una necesidad, así como proyectar mejoras en el retén, el puesto policial y la señalética preventiva, por citar algunos.

La expectativa por el nuevo aeropuerto ha generado que el valor de los terrenos también suba en esta comunidad.
Gregorio Barrientos, funcionario de Vías Bolivia, la recaudadora del peaje en las rutas del país, señala que las horas pico se registran entre las 6:00 y 9:00 y de 14:00 a 18:00.

En pasados días, AASANA y las empresas aéreas adelantaron que el inicio de actividades en Alcantarí sería de 7:00 a 19:00. Un horario casi coincidente que reafirma los requerimientos.

En una región con costumbres populares bien arraigadas, es bastante común apreciar decenas de apachetas en ambos flancos de la carretera, donde por estos días afanados deudos se esmeran en la limpieza y los arreglos de flores.

El panorama se torna grotesco a unos 18 minutos antes de llegar a la ciudad. Al menos un par de basurales de importantes proporciones se ensañan en robarle protagonismo al paisaje montañoso que se advierte en lontananza. En ese lugar, ya en jurisdicción sucrense, el control y la limpieza son cosa de otro mundo.

Los estropeados motorizados livianos que prestan servicio interprovincial imprimen velocidades abrumadoras. Una Escuela de Conducción también tiene, en el trayecto a Kjochis, su principal aula. En una ruta en la que todos corren con diversos argumentos, los que andan lento también representan un peligro.

Un matadero y un surtidor de combustible marcan el ingreso a la zona urbana. El surtidor sólo tiene un dispensador de gasolina y otro de diesel. De gas, ni hablar.

El ingreso al cruce de Azari puede ser un caso de estudio. La Alcaldía capitalina parece haber olvidado la zona. La plataforma está bombardeada, los vecinos construyeron sus propios rompemuelles para frenar los accidentes. Las últimas lluvias, al igual que en toda la carretera han arrastrado tierra y piedras a la calzada. La línea de micros 1 ha fijado su parada en plena vía, las vendedoras exponen sus frutas en medio del polvo, varios vehículos de alto tonelaje estacionan donde quieren. Aquí el derecho de vía está reservado para el chofer más osado, y hay muchos que se pelean ese título.
En el cruce Azari, el rey ladrillo va ganando terreno a los eucaliptos de las laderas circundantes. La pujanza criolla impone a capricho casas de cuatro pisos y colores fulgurantes. El progreso está reñido con la planificación urbana.

Pasando este sector populoso, de talleres y negocios, la calma vuelve al ingresar a la avenida diagonal Jaime Mendoza. Tres moteles muestran coquetos sus letreros, en el preámbulo a otra zona de fugaz crecimiento.

La otra ciudad, la patrimonial, la inerte, la que buscan los turistas, recién se aprecia desde la Capilla de El Abra. El descenso es rápido por la avenida del Ejército Nacional.

Entrando por la zona sur de la ciudad, el Palacete de El Guereo, donde actualmente funciona la Alcaldía, es el primer edificio ilustre que identifica a la ciudad. Es el primero en dar la bienvenida al visitante.

La colina de Munaypata, luego, se ocupa de introducir al foráneo a la Capital del país. Ya en el centro, bocinazos y caos vehicular terminan de aclimatar al recién llegado, que no deja de sorprenderse por una ciudad que continúa agrediendo inmisericorde su título de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

La empresa Convisa alista sus maletas
“Ya me quiero ir”, se lamenta Lidia, una cholita, que es una de las escasas casi 50 personas de la empresa Convisa que permanecen trabajando en Alcantarí. La orureña trabajó dos años para la empresa, junto a otras 12 cocineras de las cuales ahora quedan tres. No sabe cuál será su futuro, pero lo cierto es que ya quiere partir a un nuevo destino porque le da pena ver el campamento vacío.

Aquel lugar, que en su mejor momento había albergado a unos 400 trabajadores, ahora luce desierto. Muchos trabajadores fueron transferidos al aeropuerto de Monteagudo, que también está en etapa de conclusión, otros partieron al Chapare. Los menos sortudos, cesaron.
Clemente, por su parte, ya cuenta las horas para marchar a Bulo Bulo. Asegura que la empresa le puede dar un puesto de chofer ahí. Con tal de trabajar, no le importa dejar su natal Yotala. “¿Dice que en el Chapare hace más calor que en Santa Cruz?”, lanza.

Arreglos menores se ultiman. Se resellan techos donde hubo filtraciones, se arreglan instalaciones y se desmontan maquinaria y equipos. Los trabajadores hinchen su pecho, dicen que Convisa “ya cumplió” y que ahora todo lo que falta para que Alcantarí funcione es responsabilidad de AASANA.

“Ya no tenemos nada que hacer, nos vamos”, enfatiza el ingeniero Rocha, encargado de máquinas, mientras supervisa el desmontaje de la chancadora con apoyo de las Grúas Maldonado, una empresa sucrense.

Según él, el campamento quedará para los militares; un contingente que resguarde la seguridad del aeropuerto debe instalarse allí.
Construcciones Viales e Hidráulicas SA (CONVISA) empezó la obra en mayo de 2012.

EL AEROPUERTO DE ALCANTARÍ OPERARÁ DESDE ENERO
Tras el anuncio de AASANA y Aeronáutica Civil del inicio de operaciones el 7 de noviembre, la Gobernación pidió el retraso hasta enero, para generar un servicio en mejores condiciones.


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