Desde niña, Fabiola Delgadillo Luna (23) soñaba con manejar un avión y vestir el uniforme de piloto. En su etapa escolar estudió en la Unidad Educativa de las Fuerzas Armadas en La Paz, donde empezó a notar que su sueño se estaba haciendo realidad.
Esa escuela le permitió ingresar en el Politécnico de Aviación en la ciudad de Cochabamba, donde después de tres años se recibió como sargento con especialidad en motorista de turbo hélice, cuando apenas tenía 19 años. En la actualidad, su rendimiento físico, académico e intachable disciplina la perfilan como la primera mujer piloto del Colegio Militar de Aviación de Santa Cruz (Colmilav) para 2011. Además, será una de las tres primeras mujeres en egresar este año como licenciada en Ciencias y Artes Militares.
Actualmente hay 39 señoritas que estudian en esta institución. Son las pioneras para mostrar que no sólo los varones pueden pilotar y realizar rutinas de característica militar que exigen una dura preparación, tanto física como intelectual y emocional.
Y es que esta carrera requiere de un sacrificio extremo que, en el caso de las mujeres, implica algunas cuotas extras de esfuerzo, como dejar a la familia y aprender a vivir solas en un cuartel, donde la mayoría son varones.
No hay mamá ni papá, menos hermanos o amigas que se conviertan en un apoyo. Su rutina comienza a las 05.00 y finaliza a las 22.00, y en ese lapso deben cumplir al pie de la letra sus actividades o pueden ser amonestadas, pues tienen un reglamento interno estricto que incluye respetar horarios, vestir impecables, mantener buena postura, hacer caso a todas las órdenes de sus superiores y esperar los fines de semana para tener un contacto con sus seres queridos, siempre y cuando no hayan sido castigadas.
El colegio militar que las prepara es amplio y posee diversos ambientes. Además de las aulas, cuenta con una biblioteca, comedor, laboratorio, áreas deportivas, iglesia, pabellones de varones, de damas y demás dependencias administrativas con amplios pasillos. Todo el predio está estratégicamente vigilado.
“Aquí es un mundo diferente
—afirma Delgadillo—, estamos dentro de la ciudad, pero a la vez aisladas, pero vale la pena el esfuerzo, aprendes mucho y te conviertes en una persona fuerte y firme”.
A la historia de esta joven se suma la de otras cinco cadetes de diferentes cursos. Cada una tiene un testimonio distinto y una causa que las motivó a elegir esta carrera que, aún sin haber concluido el programa, ya saben que llegó para cambiar por completo sus vidas.
Las chicas aprendieron a tragarse las lágrimas y, quizás, soportar el dolor en el cuerpo después de hacer 200 zancadillas con botines y competir de frente con el sexo opuesto, para demostrar que ellas también pueden realizar este tipo de oficio. Además, fue un reto que sus familias aceptaran la opción de seguir una carrera militar.
“Es una decisión dura que choca con la familia. Al principio te desgarra la soledad, pero si decides hacerlo, tienes que seguir, no puedes demostrar debilidad. Ahora somos tres las cadetes que vamos a egresar este año, Ramos, Mérida y yo, pero seré la única que podrá hacer el curso de pilotaje. Mis camaradas son excelentes alumnas, pero tendrán otras opciones”, comenta la joven militar.
Ese privilegio que tendrá esta brigadier se debe a un requisito y norma básica a escala internacional para ser piloto: tener la vista totalmente saludable, exigencia que sus camaradas Fabiola Ramos y Lipsia Pamela Mérida no cumplen. Pero esto no significa que se quedan sin opciones. Quienes no califican para pilotaje pueden realizar cursos de ingeniería, idiomas o tramitar becas en el extranjero, que son alternativas apetecidas por los alumnos del Colmilav.
Rompiendo esquemas
Debido a la cada vez más creciente cantidad de solicitudes de mujeres para ser incorporadas a las filas de la aeronavegación, los directivos del Colmilav determinaron en 2007 aceptar a las primeras damas cadetes en sus filas.
La noticia fue recibida con beneplácito por 26 chicas que, junto con 122 varones, fueron las primeras en inscribirse ese año, no sin antes aprobar el prospecto de admisión, mediante el cual se realiza una preselección de los alumnos. Con esta prueba se determina si los postulantes poseen las aptitudes académicas y físicas para soportar la exigencia de esta carrera.
Una vez que el alumno es aceptado, éste paga un seguro y la institución se encarga de su mantenimiento durante el tiempo que dura la carrera (cubre alimentación, vestimenta, estadía). Por norma, los montos destinados a esta formación no se dieron a conocer.
Marvin Molina, comandante del Colmilav, recordó que tuvieron que solicitar asesoramiento al Ejército y a las Fuerzas Armadas de países vecinos para crear los ambientes adecuados para las nuevas alumnas.
“Inicialmente ingresaron pocas
—explica Molina—, pero igual tuvimos que habilitar un pabellón exclusivo para las cadetes. Hemos tenido pilotos mujeres en nuestras filas desde hace muchos años, pero ellas se habían instruido en otros países, por eso nos enorgullece tener nuestra primera promoción de alumnas formadas en nuestra institución”.
La autoridad contó que se adecuó un ambiente para ellas en la planta baja del edificio sur del colegio, lugar al que no se permite el ingreso de cadetes varones y en el que una sargenta permanentemente resguarda el predio.
“Las damas tienen las mismas obligaciones y derechos —añade el comandante—, sólo en el adiestramiento físico y militar tienen un tipo de medición diferenciada, pero que igual requiere fuerza”.
La carrera cuenta con un reglamento interno por demás estricto, pues, por un lado, regula las actividades académicas y, por el otro, la conducta de los alumnos. Una de las reglas, cuyo desacato puede causar hasta la baja definitiva, es la relación sentimental o de familiaridad entre los cadetes.
En el caso de las mujeres, todas las instructoras son damas y desde hace un par de años se cuenta con el apoyo de militares mujeres de Brasil y Argentina, que dan docencia a las alumnas bolivianas. Una de ellas es la teniente María Jimena Polo, de las Fuerzas Aéreas Argentinas, que dicta los cursos de Etiqueta, Protocolo y Logística.
“Estaré todo este año capacitando a las chicas, es una experiencia interesante y de alto valor. Bolivia tendrá pronto mujeres expertas en aviación militar”, destaca la teniente Polo.
El coronel Alberto Clavijo cuenta que para dar instrucción a las primeras damas cadetes en 2007 trajeron a cuatro sargentos egresadas del Politécnico Militar de Aeronáutica de la ciudad de Cochabamba para que dicten los cursos. Posteriormente, estas chicas se convirtieron en alumnas, pues sus ganas de superación no se limitaron a quedar como simples sargentos. Ellas también aspiraron a comandar.
Desde 2007 a la fecha, son 39 las chicas que siguen estudios en el Colmilav. Tres corresponden al quinto año, siete al cuarto año, 12 al tercero y 17 al primer año. La carrera dura cuatro años y el alumno solamente paga el costo del prospecto de admisión y un seguro.
Pero la inscripción no lo es todo, soportar la ausencia de la familia, la extrema disciplina, los horarios y el cambio de la alimentación también son parte del reto para estas chicas.
Fortaleza y disciplina
Si bien la actual brigadier Fabiola Delgadillo se perfila como la futura y primera mujer piloto de la Fuerza Aérea Boliviana, sus colegas Fabiola Ramos y Lipsia Pamela también quieren ocupar cargos de alto rango en la institución.
A Ramos le nació el gusto por el uniforme azul cuando ingresó en la premilitar, aún estando en el colegio, en La Paz. “Me fascinan los aviones, la instrucción es diferente. Tomar esta decisión me acarreó al principio problemas con mi familia, porque mi madre deseaba que fuese médico y me decía que esta carrera era solamente de hombres, pero aquí estoy, superando todos los obstáculos y pronto ostentaré el grado de subteniente y seguiré ascendiendo hasta llegar a comandar”, dice la paceña.
Con la misma seguridad y en posición firme, la cochabambina Lipsia Pamela Mérida contó que lo más dramático fue separarse de su gente y de su tierra. “Fue una casualidad, yo estaba en el colegio y me enteré de que se iban a abrir unos cursos en el Politécnico de Aeronáutica en Cochabamba, me gustó ver los aviones, oír los motores. Recuerdo que recorrí todo el predio y me dije: ‘Ésta es mi vocación’. Mi padre al principio protestó, luego aceptó. Mi hermana también es cadete de primer año. No seré piloto, pero realizaré alguna ingeniería”.
Estas tres chicas son el ejemplo para las alumnas de promociones menores, como Vanesa Castro, Aleska Nadia Rocabado y Ana Gisela Rosales. Castro, que cursa el cuarto año, recuerda que su interés surgió cuando estaba en el colegio Obispo Juan Claudel, en Rurrenabaque (Beni). “Tenemos que hacer ejercicios duros, como trepar por las sogas, correr con obstáculos, hacer zancadillas, todo es igual que los hombres, el cuerpo duele, pero tenemos la noche para descansar. Quiero ser piloto y creo cumplir con las exigencias”.
Su compañera Aleska Nadia (una promoción menor), oriunda de Potosí, se considera una triunfadora, ya que para ella no hay reto que la detenga. “Me gusta medir mi capacidad. Mi padre no quería saber del tema, pero mi tío, que está en el Ejército, y mi madre lo convencieron. El primer año fue terrible, porque toda la instrucción es física y te ves sola; pero aquí estamos haciendo realidad un sueño. Somos fuertes igual que los varones”.
Gísela Rosales, que se encuentra en su primer año, dice que nunca había hecho tanto ejercicio físico. “Es duro el entrenamiento. Se aprende a madurar y uno se da cuenta de que la vida sin disciplina no tiene un final provechoso”.
Hacer ejercicios con botines y soportar el dolor físico es posible sólo con una mente fortalecida y segura de haber elegido la carrera, agrega la joven. “Me gusta lo que hago y lo hago con entrega, quiero ser piloto y, aunque estoy en mi primer año, admiro mucho a mis camaradas de cursos superiores”.
Una potosina, la primera piloto militar
Amalia impulsó a las damas a volar
La primera mujer en pilotar un avión en Bolivia fue la coronela Amalia Villa de la Tapia, autora del libro Alas de Bolivia, que tiene varios tomos en los que se relata la historia de la aviación boliviana desde sus inicios.
Esta dama, nacida en Potosí, recibió su licencia femenina de la Escuela Civil de Bella Vista (Perú), el 15 de marzo de 1922, luego de realizar un vuelo sola en un Curstis Nn de 80 HP.
En esa oportunidad, el entonces presidente de Bolivia, Bautista Saavedra, le escribió una misiva que decía lo siguiente: “El vuelo individual que con tanta destreza, serenidad e intrepidez ha efectuado usted, el 15 de marzo pasado, le ha valido el título de la primera aviadora sudamericana; lo que honra a Bolivia, su patria, cuyo primer magistrado se complace en dirigirle efusivas felicitaciones...”.
En 1924 fue destinada por el EMG a la Escuela de Aviación Militar y al ser ésta clausurada, viajó a especializarse en Crotoy (Francia 1927), donde recibió un nuevo brevet de aviadora civil.
En 1958 fue incorporada a la FAB, detentando el grado de coronel. “Jefaturizó” la Sección Archivo y Acervo Histórico de dicha institución. Quienes la conocieron resaltan su fortaleza y firmeza no solamente para maniobrar un avión, sino también para dar a conocer su experiencia.
Otras pilotos civiles
Según el libro Alas de Bolivia, de la desaparecida Amalia Villa de la Tapia, también hubo otras damas que se iniciaron en la aviación, si bien no a nivel militar, pero fueron pilotos comerciales, privados o civiles. Tal fue el caso de Rosario Levy (actualmente reside en La Paz), Deisy Melgar de Áñez, Teresa Rivero Mercado, Celia Figueroa Lino, Laida Kohler y Frida Gómez Rossendi, quienes recibieron entre los años 1960 y 1975 sus licencias como piloto.
Fotos: Fuad Landívar / El Deber
Carmen Pérez / El Deber
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