El portal web FayerWayer explica que lejos de tratarse de problema de visibilidad, las suspensiones se deben a la posibilidad de que se produzcan accidentes por la interferencia de la ceniza en la maquinaria del avión.
La ceniza contiene materiales vidriosos, como silicato de sodio, que se derriten a 600 y 800 °C. Un motor de avión funciona sobre los 1.000 °C, lo que causa que estos materiales se derritan cuando se topen con ellos. El material pasa derretido hasta las turbinas, donde no hace calor sino frío.
Eso hace que el material se solidifique sobre las aspas de la turbina y en otros lugares, pudiendo causar fallas y cambiar el paso del aire por la turbina. Esta alteración puede causar que el motor completo se detenga como ocurrió en el vuelo 9 de Bristish Airways en 1982 o del vuelo KLM 867 en 1989, que tuvieron sendos accidentes cuando atravesaron nubes de ceniza volcánica.
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