martes, mayo 15, 2012

Hindenburg: a 75 años de la tragedia

“El zepelín Hindenburg está envuelto en llamas y ha chocado. El choque ha sido terrible; ésta es la más grande catástrofe del mundo, las llamas se han elevado a más de 150 metros en el cielo”.

Ésta es la narración radiofónica que hizo el estadounidense Herbert Morrison el 6 de mayo de 1937 en la base aérea de Lakehurst (Nueva Jersey) ante el incendio del dirigible Hindenburg, del que se cumple ahora su 75 aniversario y que marcó el fin de una era de la aeronáutica.

“La llegada del dirigible procedente de Alemania era una noticia esperada que congregó a numerosos periodistas. El suceso fue retransmitido por la radio el día después, causando una gran conmoción. También fue filmado y las espectaculares imágenes pudieron ser contempladas en las salas de cine causando gran impacto”, explica el investigador Andrés Galera, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Otro desastre

El recuerdo del Hindenburg nos hace volver la mirada hacia otra tragedia, la del transatlántico Titanic, de la que se acaba de conmemorar el primer centenario.

Y es que el dirigible Hindenburg era también una gran obra de la ingeniería, un coloso del aire que parecía indestructible. Creado en 1936, fue una apuesta revolucionaria para el transporte de mercancías y pasajeros, por su novedoso diseño (la estructura fue construida con duraluminio, descubierto en 1906), su capacidad y comodidad de transporte.

Era más largo que un Boeing 747, con una capacidad inicial para unos 50 pasajeros más la tripulación. Los pasajeros viajaban cómodamente dentro del globo de la aeronave (amplios asientos, camas, incluso una sala de fumadores), prosigue el historiador.

Fue bautizado en honor de Paul von Hindenburg, segundo presidente de la República de Weimar fallecido en 1934, y su grandiosidad hizo que fuera asimilado como símbolo por el movimiento nazi. Por ejemplo, durante el acto inaugural de las Olimpiadas del año 1936 en Berlín, surcó el espacio anunciando la entrada de Hitler al estadio olímpico.

Durante 1936, el Hindenburg cruzó 17 veces el Atlántico, 10 a Estados Unidos y 7 a Brasil. El trayecto duraba unas 48 horas y el pasaje era muy caro. En julio de 1936 cruzó dos veces el Atlántico en un tiempo récord: poco más de cinco días.

El fin de una era

Pero, como explica en un extenso artículo sobre los zepelines Bartolomé Luque, de la Universidad Politécnica de Madrid, cuando el Hindenburg había largado amarres para aterrizar en la base de Lakehurst, a eso de las 19.00 horas del 6 de mayo de 1937, un destello en la popa inició un atroz incendio que en 43 segundos hizo arder el gigante.

“Sigue habiendo controversia sobre las causas del terrible accidente. Se ha apuntado a un posible atentado sionista, pero probablemente la causa fue, como en la mayor parte de estos casos, un cúmulo de desgraciadas coincidencias”, puntualiza Luque.

Este científico y divulgador apunta a que la tormenta que se desató a la hora de la llegada obligó a realizar maniobras bruscas que soltaron los miles de cables que mantenían la estructura. Un latigazo de uno de ellos rasgó la bolsa de hidrógeno de popa y la electricidad estática acumulada hizo el resto.

Los dirigibles están llenos de gas más ligero (esto es, de menor densidad) que el aire, y eso permite que se eleven. En esa época eran de hidrógeno, aunque posteriormente se apostó por el helio (gas que se utiliza para inflar globos).

El problema del hidrógeno es que es altamente inflamable, y una pequeña chispa puede hacer que todo arda... una chispa, quizás de una descarga eléctrica en la atmósfera, de un relámpago..., apunta como posible causa del incendio el físico-matemático Daniel Peralta, del Instituto de Ciencias Matemáticas, centro dependiente del CSIC.

Murieron 35 de los 97 ocupantes. Los supervivientes huyeron por su propio pie cuando la máquina tocó tierra, cuando salía del “interior de una especie de monumental falla (fuego) valenciana”, según la gráfica explicación que hace Luque de los últimos momentos del zepelín, que quedó totalmente destruido. Los restos fueron vendidos como chatarra.

El siniestro, recuerda el historiador Daniel Galera, fue una circunstancia determinante, sin olvidar que en la década de los 30 la aviación comercial, tal y como la conocemos hoy, empezaba a consolidarse (desde 1920 ya existían compañías como KLM, Mexicana de Aviación, Aeroflot o United Airlines).

¿Vuelven los dirigibles?

Pero, ¿hemos renunciado totalmente al uso de estas aeronaves? Parece que no. En el siglo XXI el precio del petróleo y la ecología dan una nueva oportunidad a los dirigibles, al menos en el campo del turismo, del transporte de grandes cargas y para las investigaciones científicas.

Así, Andrés Galera recuerda, por ejemplo, que el Zepelín NT es un modelo fabricado en Alemania con el que, desde 2001, la Deutsche Zeppelin-Reederei ofrece sus servicios. Están fabricados con fibra de carbono y usan helio.

Las nuevas naves tienen varias ventajas: el gasto energético es reducido, no precisan pista de aterrizaje ni presurizar la cabina por la altura que alcanzan. La innovaciones tecnológicas han resuelto gran parte de los problemas que los hacían vulnerables a las corrientes de aire (EFE Reportajes).

Durante 1936, el dirigible alemán Hindenburg cruzó 17 veces el Atlántico, 10 a Estados Unidos y 7 a Brasil. El trayecto duraba unas 48 horas y el pasaje era muy caro. En julio de 1936 cruzó dos veces el Atlántico en un tiempo récord: apenas un poco más de cinco días.

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